lunes, 18 de abril de 2011

Coches de choque

Cada vez que veo a un conductor con el brazo por fuera de la ventanilla no puedo evitar la sensación de que lo que realmente le gustaría al tipo es poder coger al coche por la cintura. Como si fuera una novia guapa con la que pasear por las fiestas patronales.
E inmediatamente después, y enganchado a esta idea, me viene a la cabeza el, para mi, más curioso personaje de los que deambulan (o deambulaban) por lo coches de choque de las ferias. No me refiero al torpe que no podía hacer salir el coche de la esquina, ni al que le caía la ficha a la pista y abría los ojos con pánico mientras el resto empezaba a rodar, o las nerviosas que no sabían quitar la marcha atrás y circulaban temerariamente presas de la hilaridad. Ni siquiera me refiero a los míticos quinquis que primero chocaban violentamente con tu coche, y cuando levantabas la vista medio conmocionado eras tu el que chocaba con su mirada ("¿Pasa algo?").

El personaje que os digo era el más memorable de todos, era ese que no chocaba con nadie. Ese que circulaba con toda fluidez esquivando al resto de la banda.Y no chocaba porque su juego consistía en eso, en aparentar que iba conduciendo por una carretera o calle normal. Para él era toda una afrenta que chocaras contra su coche y cuando lo hacías ponía una cara de esa de ¿Pero es que no sabes conducir?.

Nunca logré entender del todo esa postura. ¿Por que ir a los coches de choque si no quieres chocar?.
Pues bien, estos tíos, que siempre eran bastante mayores que el resto y casi bordeaban la treintena,  iban a lucirse "conduciendo" porque, seguramente, era lo más cerca que podían estar de un volante. Y los asocio a los del brazo en la ventanilla porque también solían conducir con una mano para poder realizar el "más difícil todavía" y dejar anonadado al personal.
Y aun era mejor cuando llevaban a la novia con ellos, entonces si que esta peculiar manera de divertirse se hacia más delirante. Ya es ridículo cuando un tío para ligar le propone a la chica dar una vuelta en su coche, pero cuando el coche es uno de los de esta popular barraca el sinsentido alcanza cotas antológicas. ¿Os podéis imaginar la escena de la proposición?.
Yo, no. Porque puedo entender cuando llevas a la chica a los coches de choque para que grite, finja que se asusta y te agarre. Pero darle un paseo por esta atracción y encima riñendo a los demás resulta lo más ridículo del mundo.
Dios !!,  recordarlo esperando que quedase libre el número 26, porque él sabía que era el mejor, mientras su novia de mirada bovina  comía un chicle o algodón de azúcar o algo, porque siempre masticaban algo. Recordarlo barajando la importante cantidad de fichas amarillas compradas para impresionarla y tenerla media tarde dando bandazos por la pista. Si hasta el tano que ejercía de aparca lo conocía por su nombre y le susurraba el número del coche en mejor estado.

Mi conclusión es que los del brazo en la ventanilla, con o sin pitillo en la mano, evolucionan a partir de los que intentaban evitar las colisiones en los coches de choque y que, por razones que se me escapan totalmente, lograron desarrollar la inteligencia mínima necesaria para sacarse el carnet de conducir.
Y algo sorprendente. Esta habilidad de conducir con una sola mano, mientras la otra cuelga inerte de la ventanilla, les resultará muy útil cuando en algún momento de su vida pierdan ese siempre bronceado miembro, a raíz de algún más que previsible accidente de circulación.
Estoy seguro que la ficha roja del grupo Parchís adoraba los coches de choque.

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