jueves, 17 de noviembre de 2011

Observando

Muchas veces, sobre todo cuando vamos en un transporte público como el metro, nos pasamos el rato observando a la gente. De casi todas esas personas tenemos una opinión o nos creamos una película sobre su vida.
Pero seguro que alguna vez os preguntasteis que es lo que pensará la gente de nosotros cuando somos los observados. ¿Qué creerán que soy, que pienso, o si soy feliz ?. Seguro que al igual que nosotros se montan toda una historia a partir de nuestra apariencia, o de lo que nos puedan ver hacer o decir.  Puede que hasta alguna de estas personas piense que tenemos un "buen polvo".
¿No os pasa que cuando cruzáis la mirada con alguien te das cuenta que te estaban junando?. Y en ese momento te dan ganas de preguntar que conclusión ha sacado de ti y que es lo que le ha llamado la atención de nuestro ser.
Aunque también hay veces que se complica más. Es cuando te cazan mirando. Ahí el asunto se complica porque puede haber muchos motivos para mirar a esa persona. A saber:
- Está buena/o.
- Está pirada/o y montando un número.
- Está borracha/o y está montando un número.
- Es adolescente y habla a gritos.
- Crees que le falta una oreja y no pararás hasta corroborarlo.
...
etc, etc.

Hay un sinfín de posibilidades, pero cuando te cazan, y a menos que el caso sea muy extremo (falta oreja), crees que esa persona piensa que la miras por su aspecto físico y que te gusta. Da igual el sexo del observado, lo primero que apetece es decir "Oye, que no, que no me gustas, que solo miraba para ti como podía haber mirado al Lauda del extremo del vagón". Y en ese momento puede que se desencadene un juego mortal. ¿Me está mirando otra vez?. Y vas, miras, y zas, te caza de nuevo. en ese momento es cuando ya te atribulas todo y miras a tu alrededor intentando que parezca que realmente miras a todo dios. ¿Pero si el de la oreja te esta mirando de nuevo?. La tentación es terrible y recurres a magistrales trucos que solo tu crees poseer, algo tan innovador como puede ser utilizar el reflejo de la ventanilla del vagón. De está manera, y sintiéndote tremendamente audaz,  vuelves a mirar para encontrarte que por alguna inimaginable y excéntrica ley de la óptica los ojos de tu objeto de atención están clavados en los tuyos. Y aunque por unos momentos no apartas la mirada por no acabar de comprender si te mira a ti, al reflejo o es este el que te mira, finalmente, agachas las orejas y prometes no dejar de mirar hacia tus pies.

Otras veces somos nosotros los observados y podemos llegar a pensar que esa persona, a la que hemos sorprendido oteándonos, le gustamos. (Los inseguros pensaremos que tenemos algo en la cara). Y eso es muy improbable, porque todos sabemos que cuando miramos a otras personas por pasar el rato, el 95% de las veces la persona carece de atractivo. Es más, lo más probable es que la miremos por la carencia absoluta de él.

Caso curioso: Cuando observas a un tío que a su vez mira a una chica que a su vez mira a otras dos que están hablando y vigilando al que tiene pinta de carterista, que es el único que no presta atención a nadie.

Como todo lo que escribo esta entrada es bastante confusa pero....